En la alameda
los algodones caen.
¡Es primavera!
Octavio Diaz G.L.
En la azul marea intensa:
botellas rebosantes de letras descompuestas
arrojadas al azar de las nimiedades.
Dejad que floten mis palabras necias.
En este oleaje confuso
de vaivenes altisonantes,
gritan piedras y erizos.
Dejad que alberguen esperanzas.
Dejad que corran los envases verdosos,
primero vino
luego letras.
Sembrad en el viento
mensajes insondables sin destino.
Dejad que se vayan con la marea
esos besos dirigidos a la nada.
Quizá encuentren vocación
para fijar en muros de agua sus quimeras.
Dejadlas flotar
no sea que en sus entrañas hierva
la sangre licuada de algún santo
o sus reliquias frágiles.
Dejad que flote
Dejad que llegue
a unas manos que crean en genios
dispuestas a descifrar
dispuestas
dis puestas
Arribad a buen puerto
a morir como merecen:
en el olvido.
Ausentes para siempre
deambulan por mis sueños.
A veces aparecen
inesperados, tocando mis recuerdos
hablando lo de siempre.
Riendo me dicen,
allá todo es mejor
pero transparente.
Se siente la ausencia de lo rugoso
y abruma la presencia permanente del todo.
El polvo cósmico nos roza unos con otros.
Los encuentros son así:
especiales espaciales.
La ausencia de color, sabor, olor, lastima.
La imposibilidad de acariciar, duele.
La luz total y la oscuridad ciegan.
Lo inerte es ausencia
y lloro al advertirlo.
Al final los extraño siempre.