Por: Octavio Díaz G.L.
Primera hipótesis:
Alguien allá
mueve las piezas:
decide
decide
el lugar exacto de la caída
el instante preciso del golpe
el encuentro en el lugar justo
la cita sin falta de los
cuerpos;
aún la circunstancia
que parece fortuita
no es tal.
Alguien allá
mueve las piezas.
Y entonces es ilusoria la
libertad
Y entonces no soy dueño de mi
mismo
Y entonces nada tiene
sentido
Porque no sé
Al mover con precisión cada
grano de arena
Qué pretende Aquél
Que puede todo lo que quiere.
Segunda hipótesis:
El más allá es un vacío
las piezas deambulan
obedeciendo a fuerzas extrañas
el todo responde a la nada
la nube de partículas se
entrelazan al azar
crean maravillas
sin principio ni fin.
¿Quién nos asegura que el Big
Bang no es más que la continuación del colapso?
¿Quién nos asegura que la entropía
disgregará finalmente al universo?
Y en este cúmulo de dudas
nos encontramos viéndonos en el
espejo
asombrados de todo y de nada:
del mayor accidente, la
vida.
Deslumbrado,
tampoco sé que significa esto.
Tercera hipótesis:
Abrumado
por la falta de certezas
No me queda más que observar
al colibrí que chupa néctar en
el arbusto
al perro que mira sin saber si
piensa
al crepúsculo, al amanecer.
No me queda sino aprender
a ver lo que tengo enfrente
y dejar confundida a la razón.
No me queda sino asirme
al instante escurridizo
aunque no sé qué pueda
significar el instante:
sólo sé que es lo único mío.
Aferrarme a él desesperadamente
para dejar huella en él
o para que deje huella en mí.
Porque al final
todo se ha de borrar
irremediablemente
el instante y todo
dejarán de existir conmigo
y no habrá hipótesis que valga:
sólo la certeza de que ya no
soy.
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